Somos en todo momento condescendientes ante el espejo que labra los actos que nos describen. El día menos pensado, caemos en la red porque las mentiras no son verdades, aunque a veces lo parezcan; dijo el recuerdo al tiempo presente una tarde lluviosa en la que los reflejos de septiembre cogieron el relevo al verano y tú pensabas en mí, con esperanza todavía, buscando el norte entre tus apuntes del último curso de cacería.
Sin embargo, cuando el fruto madura, el horizonte arroja luz sobre la esquina en la que nos reservamos cuando la vergüenza nos persigue a todos lados; quien siembra vientos, recoge tempestades.
La pena es otra cosa, no digas tonterías. El camino es el que es; va hasta el final, sin excepción. Presenta derivaciones, posteridades; nadie ha conseguido volver atrás, ¿o es que no lo ves? Somos leales a la masa madre que dirige nuestros movimientos y a la que apenas conocemos; son tus palabras, no las mías. Llamar defensa propia a la vanidad es como esconder esqueletos en las catacumbas de tu habitación, y hacer leña de un árbol caído ya resulta violento. No me resigno, la fuerza no siempre hace la unión, fíjate qué curiosidad tan ridícula.
Se nos olvida que el sentimiento de culpa es el mercader al que nunca terminas de quitarte de encima ni de noche, ni de día; pero mentirnos es más fácil que llorar y evita explicaciones; merecer no siempre resulta digno. Llévate el secreto a la tumba y recuérdame en el lecho, con tu último aliento.
De todas las formas del proceder, la traición es la que, subterránea, devora cimientos y descalifica los principios a los que tanto nos agarramos con un café y un cigarro en la puerta del bar; esto es un hecho, visto lo visto. Jugar con dos barajas sin miedo a matar, aunque sea sólo un poco, no es polvo que se lleve el viento, es barro, y reproches que no tienen coartada.
Mephisto, Fausto; la inercia de enemigo gana batallas, pero la gloria es pobre y pasajera, de ahí, la nada, en vena; luego el vicio rompe con todo y anida la costumbre, justo ahí; otra vida desperdiciada.
Se le coge gusto al disfraz de trampa que ya no nos podemos quitar porque esa amargura nunca abandonará la boca. Es el perder que no sabe de limitaciones porque a esas corrientes, les sigue un tsunami. La traición se perdona, pero no se olvida.
Técnica: acrílico, arena. Medidas: 23 x 31 Papel acuarela 300 gms